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Fan por Fan

miércoles, 6 de marzo de 2013

CAPÍTULO 18: Refugio


Una ráfaga de disparos que sonó a poca distancia nos hizo enmudecer y regresar a la cruel realidad.

Le hice a Alba un gesto con la cabeza para que se moviera y rápidamente nos descolgamos en silencio por el extremo opuesto de la barricada para posar finalmente los pies sobre el empedrado del pavimento, sin perder un segundo nos adentramos lentamente por la estrecha calle con todos nuestros sentidos alerta en busca de algún posible peligro.

Marchamos en todo momento con las armas por delante y a cada varios pasos yo giraba sobre mi mismo para vigilar nuestra retaguardia. Era tal el estado de  tensión en el que me encontraba que mi dedo índice colocado sobre el gatillo estaba tan rígido que me dolía. La sensación de que cientos de sonidos que indicaban peligro llegaban a mis oídos de todas direcciones no me abandonaba un segundo, los minutos parecieron horas, pero con el paso de estos poco a poco comencé a entender que mis sentidos me estaban jugando malas pasadas y me obligué a tranquilizarme, una vez que logré que mi corazón dejara de intentar salírseme del pecho me dirigí a mi compañera ala que no veía muy cómoda con la Llama en las manos.

-Alba ¿Pero tú sabes usar bien esa arma…?- Le pregunté señalándole la pistola con la que me había salvado minutos antes la vida, ella arrugó un poco la nariz y después se encogió de hombros.

-Bueno… supongo que apunto y aprieto el gatillo… ¿No?- Respondió ella algo confundida.

“¡Joder! Ni lo había pensado… gracias a dios que la bala le ha dado a la destetada y no a mí, además teniendo en cuenta que los conocimientos de Alba sobre armas parecen ser  absolutamente cero patatero, si yo no hubiera montado el arma antes de salir en su busca ella jamás podría haberla hecho disparar a tiempo de salvarme. He tenido muchísima suerte.” Pensé.

-Ummm, en realidad sí… Ya tendré tiempo de explicártelo todo más detenidamente, pero ahora mismo con apretar el gatillo disparará, eso sí… norma número uno, ponle el seguro y nunca se lo quites si no es para abrir fuego.- Le dije señalándole con mi dedo índice donde tenía que pulsar para asegurar el arma a lo que ella obedeció inmediatamente.- Norma número dos… primero apuntas y después disparas, pero hazlo a la cabeza como lo hiciste con aquella zombi- Ella me sonrió y me respondió con un sutil gesto afirmativo.-Y norma número tres y la más importante… jamás de los jamases me apuntes a mí ni a ti misma con ella, bajo ningún concepto, ni siquiera aunque estés segura de que tiene puesto el seguro o pienses que está descargada. ¿Entendido?-  Ella asintió con la cabeza y yo le respondí guiñándole un ojo, luego Alba se quedó pensativa durante un breve espacio de tiempo antes de hablar.

-Oye Jaime… ¿Y cómo es que tú sabes usar armas? En la plaza de toros lo hiciste como un verdadero profesional, no dudaste ni un segundo… Yo solamente apunté a la cabeza de la zombi y luego solo apreté el gatillo, lo hice por instinto… si no llega a salir la bala no habría sabido que hacer con ella para salvarte, pero tú pareces entender de estas cosas… ¿No es verdad?-

-Bueno… lo cierto es que fui militar profesional… por eso entiendo de armas de fuego, aunque no disparara muy a menudo cuando lo era podría ahora mismo desmontar cualquiera de estas dos armas con los ojos vendados y montarlas nuevamente sin esfuerzo…- le aclaré. Alba abrió mucho los ojos al escuchar mi respuesta, supongo que esta despejaba algunas posibles preguntas más que ella pudiera tener sobre mí, después asintió con la cabeza y me sonrió brevemente.

Continuamos caminando durante un buen rato más, después pararnos en una esquina y tras comprobar que detrás de ella no hubiera peligro alguno reanudé la conversación, tenia curiosidad por conocer su opinión sobre algo que ya hacía rato que estaba dando vueltas en mi cabeza.

-¿Crees que habrá zombis en esta parte de la ciudad?- Le pregunté a Alba que se encontraba apuntando con la pistola a una ventana de una destartalada planta baja donde le había parecido ver algo moverse tras las cortinas.

-Tengo la impresión de que estas cosas van a donde hay gente y ruido, teniendo en cuenta que esta zona está tan cerca del punto seguro estará vacía desde hace días, por lo que no debería de ser interesante para ellas. Yo creo que no debe de haber demasiados… O eso espero…- Me respondió ella en voz muy baja y arqueando mucho la ceja derecha.

Era una respuesta realmente inteligente, tenía que tener razón, por eso en mi barrio no había tantos no muertos como en la plaza de toros u otros lugares. Mi piso estaba en una zona de la ciudad muy silenciosa, con gran cantidad de casas deshabitadas, con muy poco tráfico, fruto directo de la vieja burbuja inmobiliaria, por lo que a pesar de haber algunos zombis no debió de llegar a ser nunca una zona caliente.

-¡Joder! Entonces… Si lo que dices es correcto quizá están cometiendo un grave error, el afinar a todo el mundo en lugares multitudinarios con el fin de protegerlos es lo que puede que esté atrayendo a estas grandes cantidades de zombis. Los disparos, la artillería, los gritos en sí de las personas puede que sean como una gran llamada anunciando que la cena está lista para estas cosas, quizá sea peor el remedio que la enfermedad…- Reflexioné en voz alta.

Alba no me respondió, permaneció silenciosa y continuamos caminando durante un buen rato, pero tras subir por unas estrechas escalinatas de piedra que nos daban acceso a una parte más elevada y antigua del lugar se detuvo y se volvió hacia mí nuevamente.

-Entonces… Si estoy en lo cierto… Los puntos seguros son un peligro y no una salvación…Por eso a tus hermanos les emboscaron intentando llegar a uno, por eso calló el puesto armado, la vía de escape y si no me equivoco el mismísimo punto seguro puede que tenga las horas contadas. Cuando juntas a muchas personas atraes a estas cosas, si haces ruido les atraes en grandes cantidades… A miles de personas juntas se las debe oír desde kilómetros de distancia, además los zombis también hacen ruido, si hay muchos ya sabes lo escandalosos que son.  Nosotros mismos estamos provocando que todo empeore…- comentó ella con voz pausada.

Yo la miré sin poder impedir que una profunda frustración se reflejara en mi rostro debido a que había llegado a las mismas conclusiones que ella, despues sin poder evitar utilizar una voz muy grave le expuse mi análisis de la situación.

-Creo que desde que todo esto comenzó en Rusia, todos o casi todos los países han cometido los mismos errores lo cual les ha llevado a situaciones muy parecidas, como la que sufrimos ahora mismo en España. Primero las cuarentenas, el prohibir viajar fue un gran error, esto impidió a muchas personas poder escapar de las grandes ciudades cuando aún les era posible hacerlo, con lo que las condenaron a quedarse encerradas en lo que poco después se transformarían en verdaderas necrópolis, luego el pensar que las fuerzas del orden serian capaces de contener la infección con las armas, para ese entonces ya debían de saber que en otras naciones no habían funcionado esas medidas, pero aun así, imagino que por falta de ideas mejores, todo se esforzaron por intentarlo a su manera y con sus medios y con eso solo consiguieron hacer más fuerte al enemigo. Cada policía, cada soldado que caía, se levantaba después como uno de ellos y para terminar de crear la tormenta perfecta, una vez que ya todo estaba definitivamente fuera de control el alentar a la población que no estuviera infectada para que intentara llegar a los dichosos puntos seguros fue una locura. La gente al entender que no se les evacuaría salió desesperada a las calles y los zombis cayeron sobre ellos como las mujeres caéis sobre la ropa el primer día de rebajas. Hemos ido dando irremediablemente todos los pasos necesarios que nos han llevado a lo que ahora tenemos, el fin de la humanidad tal y como la conocemos...-

Alba me miró con el ceño fruncido en silencio durante un breve espacio de tiempo, tras analizar mis palabras y sopesar en su mente los acontecimientos me replicó.

-Creo que nadie ha sabido cómo llevar esto desde el primer día. Tú te perdiste algunas cosas que sucedieron los días que estuviste enfermo. Te pongo el ejemplo de Estados Unidos, a ellos desde el primer día si se les permitió abandonar las grandes ciudades y como sabes, hay más armas de fuego que habitantes en ese país, pues ni las balas ni la libertad de movimientos les salvó, Los zombis les siguieron, quizá las caravanas de vehículos eran demasiado lentas, quizá el ruido les atrajo, no lo sé, pero lo único que consiguieron fue llevarse el virus con ellos a las zonas rurales y tranquilas del interior donde fue incontrolable. Las últimas noticias que vi de los Estados Unidos fueron desastrosas, más de un 85% de la población había sido infectada o había muerto, los que quedaban intentaban cruzar la frontera de Canadá, aun aguantaban algunas ciudades como New York y Washington que casi deshabitadas eran defendidas por el ejército, guardia nacional, policía y civiles armados, pero las previsiones no eran nada favorables ya que estaban sitiadas.

La otra cara de la moneda es Corea del Norte, el viernes atacó con armas nucleares a su vecina Corea del Sur  para “según ellos” evitar que la infección cruzara las fronteras…-

-¿Nucleares? ¡No me jodas! Y yo alarmándome porque aquí estén lanzando Napalm…Que desastre…- La interrumpí.

-Si… Y lo gracioso es que el domingo millones de zombis provenientes de China y Rusia rebasaron sus fronteras sin que su poderoso ejército pudiera hacer absolutamente nada por contener su avance. Corea del Sur hasta la fecha había mantenido la infección controlada hasta que fue atacada, desgraciadamente la situación cambió radicalmente tras el ataque atómico desencadenando que la pandemia se extendiera rápidamente y haciendo con ello perder a los norcoreanos su última posible vía de escape, posibilidad de refugio o apoyo por parte de sus antiguos hermanos. Quizá unidos podrían haber aguantado, pero sus viejas rencillas les han abocado al fin de su existencia.

En India más de lo mismo, misiles Nucleares en las grandes urbes, China Fulminó del mapa a la mismísima Hong Kong, creo que ahora una de las pocas diferencias que debe de haber entre ellos y nosotros, es que ahora unos cuantos millones de sus zombis brillarán en la oscuridad. Parece que ninguna medida, sea la que sea funciona contra estas cosas…- Alba suspiró.

-Sí, además también hay una grave cuestión más con la que por lo visto nadie había contado, se cometió un gran error al infravalorar a los zombis, el tomar a esas cosas como si fueran completamente estúpidas… ya que como has podido ver, en ocasiones se comportan y hacen cosas inteligentes y organizadas, aunque aún no se como lo hacen ni porque es un hecho, recuerda como derribaron las barricadas, utilizaron vehículos para asaltarlas, aparte de eso es muy difícil de asumir lo que sucede, nadie está preparado para algo como esto, ni siquiera el ejercito, no es fácil disparar contra mujeres y niños aunque estén muertos, es algo que la mente humana se resiste a asimilar y justamente eso es lo que hace que sea tan fácil que la pandemia, por llamarla de alguna manera nos supere en todos los sentidos, ¿Quien va a destrozar la cabeza a su propia esposa? ¿A su propio hijo…? Me ha llamado la atención lo que me has comentado… Hasta que Corea del Norte atacó a sus vecinos no habían sido asediados de manera tan masiva por zombis Chinos. Si llamas la atención de estas cosas estas perdido y con esto regresamos al punto de partida. Ruido más zombis igual a peligro de muerte. Tenemos que ser silenciosos si queremos vivir, alejarnos de las grandes aglomeraciones de gente y solo disparar si es estrictamente necesario…- Le dije a Alba que me miraba muy atenta. Ella asintió con la cabeza y sin decir una sola palabra más reemprendimos la marcha.

Caminamos despacio y muy atentos el uno junto al otro con nuestros hombros unidos por las estrechas calles peatonales del antiguo barrio buscando siempre los caminos que nos llevaran hacia arriba. No era una zona que conociera muy bien, pero recordaba perfectamente como en una  ocasión hacia algunos años había ascendido hasta el parque de la Ereta acompañado de mi ex novia Raquel, fue  un día catorce de febrero, le tenía reservada una cena sorpresa en un restaurante bastante bueno que se encontraba ubicado en aquel hermoso entorno de privilegiadas vistas a casi toda la zona costera de la ciudad.


Intentando recordar el camino que seguí a través del barrio de Santa Cruz en aquella ocasión rememoré varias veces aquel agradable día que pasé junto a ella en aquel bonito lugar… Nos queríamos tanto en aquel entonces, me hacia tan feliz… Hacía muchos meses que ya no la veía, que no sabía nada de ella y sentí rabia por no haberla llamado, aunque fuera solo para haberle dicho un simple « Hola, ¿Qué tal estás? ». Sabía perfectamente que lo nuestro ya pertenecía al pasado, pero a pesar de ello su recuerdo regresó a mí como una explosión de sentimientos, su mirada de ojos color miel, los besos de sus carnosos y dulces labios, las caricias de sus dorados cabellos rizados al deslizarse sobre mi piel, sus promesas de amor eterno… ahora, probablemente sería una zombi más, ya jamás volvería a verla… No entendí como ni porque, pero en aquel instante volví a amarla y a añorarla de alguna manera, lloré por dentro por ella y me culpé por errores pasados que creía superados… Todo fue muy confuso. Una profunda pena comenzó a apoderarse de mí así que me tuve que obligar a apartar su doloroso recuerdo de mi mente ya que cada recuerdo de Raquel era como un cuchillo afilado lanzado a toda velocidad clavándose en mi corazón, estaba empezando a angustiarme profundamente y tenía que centrarme. Me concentré en recordar simplemente el camino y todos los detalles que pudieran sernos de utilidad del lugar al que nos dirigíamos. El parque se encuentra en plena falda del castillo Santa Bárbara, desde él se tiene acceso a la fortaleza desde varios puntos, además si conseguíamos llegar a él podríamos ver perfectamente la zona del puerto deportivo, tendríamos la posibilidad de observar el estado de sus alrededores  y de ser posible intentaríamos pedir ayuda o quizá de divisar un camino alternativo hasta el punto seguro podríamos intentar llegar por nuestros propios medios, aunque si nuestras deducciones eran correctas el peligro en aquel lugar seria mayor que en la fortaleza, por lo que tenía ese plan prácticamente descartado, aunque siempre era una alternativa si nos era imposible llegar al castillo…

Un sonido desagradablemente familiar me sacó de un plumazo de mi estado ausente y nos obligó a detenernos en seco forzándonos  a mirarnos el uno al otro con ojos de horror. Los lastimeros gemidos de varios zombis llegaron rebotando en las viejas fachadas hasta nuestros oídos. A unos cien metros por delante nuestra comenzaba una bifurcación de la calle por la que caminábamos que se desviaba a la izquierda y desde ella descendían en nuestra dirección por lo menos dos de aquellas cosas. Teníamos tres opciones, regresar deshaciendo el camino avanzado para buscar un paso alternativo, continuar y entablar combate a disparo limpio con lo que seguramente atraeríamos la atención de todos los no muertos que pudieran quedar por el barrio o escondernos en alguna parte. En el momento lo vi claro, teníamos que refugiarnos en alguna casa hasta que el peligro pasara de largo.

Sin perder un segundo le dije a Alba que probara con las puertas de la derecha y yo hice lo mismo con las del lado opuesto de la estrecha callejuela, todas parecían estar cerradas a cal y canto con lo que comencé a frustrarme ya que cada vez se les escuchaba más cerca, miré a Alba que parecía tan agobiada como yo y decidí intentar forzar la que más débil considerara de un golpe con la pierna o el hombro, sabía que el ruido los atraería haciéndoles acelerar el paso, pero no tenía otra alternativa, así que tras intentar abrir sin éxito un portón antiguo fabricado en gruesa madera de pino tallada de una planta baja de fachada de color azul regresé frente a una de las puertas que no había podido abrir en mis intentos anteriores, esta no era tan antigua ni tan robusta como las demás y tampoco parecía tener cierres de seguridad demasiado sólidos ni blindajes por lo que de poder abrir por la fuerza una de las que estaban en mi campo visual esa era la que aparentemente me costaría menos. Di un par de pasos hacia atrás, apreté los puños y me dispuse a embestirla con el hombro lo que me trajo a la memoria al zombi que había tumbado horas antes en las cercanías de la plaza de toros, aparté su recuerdo de mi mente y me lancé sin más miramientos contra la puerta, pero alguien me agarró justo en ese instante de la mochila de combate y tiró de mi hacia atrás con fuerza haciendo que me frenara en seco.

-¿Estás gilipollas o que te pasa? ¿Es quieres que nos encuentren?- Me preguntó en voz muy baja Alba que me miraba con cara de enfado mientras me soltaba. -Vamos, he encontrado una abierta, date prisa- Me ordenó ya casi susurrando.

Yo la seguí obediente unos metros hasta que llegamos frente a un gran portón entreabierto que permitía la entrada a una casa de tres plantas de altura, era una casa muy pero que muy antigua, en su planta más baja poseía una pequeña ventana de madera provista de gruesas rejas de hierro forjado y contraventanas de madera verdes que estaban cerradas, era un edificio de estrecha fachada y  planta muy profunda, su viejo y destartalado techado entejado y su amarilla pintura exterior desconchada y descolorida  dejaban de manifiesto que no se habían realizado reformas en la vivienda en muchos años, aunque aun se encontraba en un estado bastante aceptable . Abrimos de par en par la puerta con mucha precaución y la luz diurna arrojó claridad al angosto recibidor. Todo parecía estar en silencio en el interior de la casa, a primera vista no se apreciaban signos de violencia ni indicios de peligro, parecía estar desocupada tanto de vivos como de no muertos así que entramos, después empujamos la hoja poniendo especial cuidado en no dar un portazo cuando la puerta llegara al final del recorrido de las bisagras, para finalizar pasamos el gran cerrojo de acero clausurando con ello la entrada y nos quedamos el uno frente al otro mirándonos a los ojos envueltos en la penumbra y en un sepulcral silencio.

-¿Y ahora qué hacemos Jaime?- Me preguntó Alba que no se decidía a moverse y que miraba alrededor nuestra bastante nerviosa.

-Lo primero que vamos a hacer es tranquilizarnos, vamos a asegurarnos de que el lugar es completamente seguro y después vamos a descansar un poco. Aun estamos en ayunas y aunque el mundo se esté desmoronando tenemos que alimentarnos, así que vamos a buscar todo lo que pueda servirnos de provisiones. Debe de ser pasado el medio día, no quedan muchas horas para que nos atrape la oscuridad, estamos cansados, hambrientos y si te soy sincero me duele todo el cuerpo, si el lugar es seguro podemos hacer noche aquí y continuar mañana al despuntar el sol.- Le respondí a Alba mientras escrutaba la oscuridad con la mirada, ella asintió con la cabeza, levantó la pistola y comenzó a avanzar, pero yo la detuve y le indiqué que se mantuviera detrás mía.

Abrí con cautela una rendija en la puerta de madera y cristal de color miel que daba realmente acceso al interior del la vivienda e introduje el cañón de mi fusil, poco a poco fui abriéndola del todo. Las bisagras chirriaron lo que hizo que se me pusieran los pelos de la nuca como escarpias, una vez estuvo abierta del todo nos quedamos nuevamente en silencio esperando alguna respuesta al chirriante sonido, pero no sucedió absolutamente nada. Un largo pasillo se abría por delante nuestra en el que al final podíamos ver unas angostas escaleras que permitían ascender a las plantas superiores, en el lado izquierdo habían dos puertas, la más cercana a nosotros estaba abierta de par en par y la que estaba más próxima a las escaleras cerrada. Avanzamos unos pasos hasta situarnos muy cerca del marco de la primera puerta y muy despacio asomé el hocico al interior de la estancia, se colaba una pizca de luz a través de las contraventanas entornadas por lo que tuve una visión más o menos clara del interior. Era un salón comedor de unos cuarenta metros cuadrados, estaba bastante vacío  un viejo sillón de piel, una mesa de madera color caoba con cuatro sillas a juego, un mueble de comedor de esos que tienen cajones además de un hueco para la televisión en el que una diminuta pantalla LCD ocupaba el espacio y  una pequeña puerta donde se suelen guardar las botellas de alcohol. Una lámpara de cuatro brazos brotaba solitaria del alto techo provisto de vigas de madera,  la única decoración que colgaba de la pared que había tras el sofá  era un viejo y gran tapiz en el que dos enamorados merendaban plácidamente en un frondoso jardín con la única compañía de dos enormes pavos reales de coloridas plumas. Estaba despejado así que continuamos avanzando con cautela por el pasillo hasta llegar a la estrecha puerta cerrada. Durante un rato escuché acercando mi oreja a la hoja, pero tras no oír absolutamente ningún sonido en el interior agarré el tirador lo giré y empujé con sumo cuidado la puerta, tras hacer esto pude ver que se trataba de una gran cocina, la cual estaba bastante iluminada por la luz que entraba por otra ventana enrejada que daba a la calle posterior, esta tenia las contraventanas abiertas por lo que todo estaba bastante iluminado, gracias a esto pudimos analizar con un rápido vistazo el contenido de la estancia, muebles de cocina muy antiguos, una vieja cocina con horno a gas, una lavadora y una nevera bastante modernas lo que las hacia desentonar con el mobiliario y que indicaban claramente que al menos hasta hacia poco tiempo la casa había estado ocupada por lo que era muy posible que encontráramos cosas de utilidad cuando comenzáramos a buscar. Tampoco había ningún peligro ahí, por lo que toda la planta baja era segura.

Me acerqué a la ventana y pegué un vistazo fugaz al exterior donde pude ver a unos veinte metros a un solitario podrido que caminaba tambaleante a lo suyo alejándose de la vivienda, tras asegurarme de que nada ni nadie me veía cerré las contraventanas y pasé el pestillo para evitar miradas curiosas no deseadas con lo que la cocina quedo en penumbra.

-Bueno… Toda esta planta es segura… Ahora tenemos que subir al piso superior.- Le dije a Alba que había permanecido en el umbral de la puerta observando atentamente todos mis movimientos. Ella asintió con la cabeza y seguidamente se pasó la mano por su frondoso cabello apartándolo a un lado y aliviando tensión con ello.

Las estrechas escaleras solo permitían subir de uno en uno, así que nuevamente fui yo a la vanguardia. Ascendí el primer tramo de escaleras cómodamente ya que un estrecho ventanuco permitía que se filtraran los rayos solares iluminando bastante la escalera lo que permitía que viéramos perfectamente los escalones que pisábamos, esto quitó bastante tensión a la exploración y permitió que nos relajáramos un poco.

Enseguida llegamos al rellano del primer piso, en esa planta había cuatro puertas, todas abiertas de par en par y con poco que ver en ellas, la primera daba acceso a un cuarto de baño en bastante buen estado y completamente equipado, la segunda pertenecía a un pequeño trastero  lleno de cosas apiladas sin ningún orden aparente, una escalera de aluminio, libros, botes de pintura, cajas cerradas y demás cachivaches por lo que pasamos rápidamente de largo, las otras dos puertas pertenecían a dos dormitorios bastante espartanos aunque muy acogedores, uno con una cama de matrimonio provista de un mullido nórdico de plumas y el otro con dos camas individuales envueltas en unas elaboradas colchas de ganchillo, así que tras pegar una rápida ojeada en las habitaciones e imaginarme durante unos instantes durmiendo a pata suelta toda una noche tapado con el nórdico de la cama de matrimonio hasta las orejas no quedó nada por hacer en esa planta. Solo nos faltaba por visitar el último piso así que fuimos hasta el rellano y nos dispusimos a subir, pero justo cuando comenzábamos el ascenso por el nuevo tramo de escaleras un ruido sordo nos hizo detenernos en seco y permanecer en silencio.

-¿Qué ha sido eso?- Me preguntó entre susurros Alba tras posar su mano en mi hombro para llamar mi atención. Yo negué con la cabeza pero no respondí a su pregunta ya que no tenía ni idea, solo me giré hacia ella y puse mi dedo índice cerca de sus labios, ella entendió perfectamente que debía permanecer callada y me devolvió un gesto afirmativo.

Permanecimos varios minutos en silencio expectantes ante una posible repetición del escalofriante ruido, finalmente regresó sin previo aviso exactamente igual que la vez anterior. Un chasquido inidentificable seguido por unos sonidos similares al arrastrar de unos pies y lo que parecieron pasos llegó hasta nuestros tímpanos, esto nos obligó a mirarnos espantados. No estábamos solos en aquella antigua casa… la cuestión era que o quien estaba aguardándonos arriba…

Unas gotas de sudor empezaron a resbalar por mi frente cuando reemprendí el ascenso. La tensión había regresado a mí como una bofetada en plena cara, podía notar como la adrenalina fluía por mis venas haciendo que los latidos de mi corazón se aceleraran por momentos y agudizando mis sentidos, en ese estado alterado subí peldaño a peldaño con el rifle en posición de disparo hasta llegar a la planta superior. El entejado a dos aguas de la vivienda le daba a los techos un aspecto aguardillado, solo había una puerta en aquel pasillo y al final del mismo una gran ventana de dos hojas iluminaba generosamente el lugar lo cual nos permitió ver perfectamente justo lo que menos desearíamos haber visto, la huella de una mano pintada con sangre reseca se arrastraba como una repugnante serpiente a lo largo de la blanca pared hasta llegar al pomo de la puerta cerrada donde se perdía tras ella.

Alba y yo observamos la desagradable mancha y después nos miramos estupefactos sin saber qué hacer.

Podíamos marcharnos por donde habíamos venido, seguramente los zombis de fuera se habrían ido ya, pero estábamos agotados y quizá esta sería la última ocasión en la que podríamos comer tranquilamente y descansar toda una noche como era debido hasta quien sabía cuando, así que le hice un gesto con la mano a Alba para que permaneciera quieta donde estaba, a continuación avancé lentamente hasta colocarme frente a la puerta, acerqué el oído a la madera y escuché atentamente pero parecía que nada se movía en el interior, así que tomé la iniciativa y apartándome al lado izquierdo de la puerta y pegando mi espalda a la pared extendí el brazo y golpeé tres veces con los nudillos, la respuesta no se hizo de esperar. Un lastimero gemido seguido de un ruido de arrastrar de pies resonó en el interior. Ya no había duda, teníamos compañía y de las peligrosas, ahora esa cosa sabía que estábamos ahí, teníamos que acabar con ella y a ser posible sin usar las armas de fuego.

El zombi del interior embistió bruscamente contra la madera de la puerta lo que hizo que retumbara toda la pared y después de este vino otro y otro a un ritmo bastante constante, estaba claro que el concepto de girar un tirador era algo que no le entraba en la sesera a aquella cosa, antes derribaría la puerta y teniendo en cuenta la fuerza de sus envites era algo que sin duda alguna conseguiría hacer aunque tardara algún tiempo. Tenía que tomar el control de la situación, debía pensar rápido.

Le hice señales a Alba para que entendiera que no debía disparar, ella me respondió levantando su dedo pulgar. Fui hasta el final del pasillo y abrí la ventana completamente con lo que el agradable aire fresco inundó toda la planta, seguidamente miré fuera, la calle estaba desierta, era perfecto. Regresé junto a la puerta y para no tocar el ensangrentado tirador acerqué la culata del fusil y presione este con ella hasta que se abrió con un leve “clic” pero el engendro la embistió cerrándola de nuevo.

-¡Su puta madre! Me va a costar sacar de ahí a este cabronazo, la puerta se abre hacia adentro y él la cierra de nuevo cuando yo la abro…- le grité muy frustrado a Alba que había reculado asustada por el sonido de los golpes y el cariz que estaba tomando el asunto hasta empotrar su espalda contra la pared de las escaleras. Ella no respondió, solo siguió observándome con ojos vidriosos mientras apretaba fuertemente su pistola entre las manos.

Solo podía volver a intentarlo, y esta vez tenía que ser rápido, esperé el siguiente impacto del zombi y justo este se produjo golpeé nuevamente el tirador  y le di un fuerte culatazo a la hoja de la puerta la cual se abrió súbitamente de par en par, inmediatamente retrocedí hasta llegar casi hasta la ventana.

Fue inmediato, el engendro se lanzó por el umbral abierto saliendo como un rallo del interior de la estancia lo cual le llevó a estamparse contra la pared que tenía delante produciendo un sonido acuoso y desagradable, pareció quedar aturdido durante unos milisegundos pero inmediatamente se giró desafiante hacia mí, se trataba de un podrido, era el zombi de un hombre de unos cuarenta y cinco años, de pelo Castaño oscuro salpicado de algunas canas, delgado, de alrededor de metro setenta de estatura, vestía con ropa bastante elegante, traje gris oscuro, camisa blanca y corbata azul, además estaba embutido en un precioso abrigo negro que disimulaba casi todas las manchas de sangre de las heridas que le habían producido la muerte. No estaba muy deteriorado, pero sin duda le habían mordido en varios sitios, aunque debía de haber conseguido escapar con vida del ataque y refugiarse antes de fallecer ya que su mano derecha estaba vendada, deduje que debía de tener una profunda mordedura en ella ya que la sangre había empapado el vendaje casi por completo hasta formar un desagradable cuajarón de color oscuro, también observé que le habían o se había herido en la parte posterior del cuello ya que también tenía aplicado un vendaje improvisado en el. Al tipo le debió de llegar la muerte escondido en aquella solitaria estancia y ahí se quedó, encerrado en ella, sin ser lo bastante inteligente una vez reanimado como para abrir una simple puerta, se abría quedado encerrado en ella para siempre de no haber llegado nosotros a perturbar su encarcelamiento eterno, al menos hasta el momento no debía haber atacado a nadie, aunque sin duda eso estaba a punto de cambiar.

El zombi me miró atentamente con sus opacos ojos inyectados en sangre, me dio la sensación de que me analizaba, quizá estuviera decidiendo que parte de mi cuerpo se comería primero, despues los tendones de su cuello se tensaron como cables de acero y de su gran boca abierta salió un largo y desagradable chillido que me heló la sangre, seguidamente se lanzó con paso errático al ataque, comenzó a avanzar a desgarbadas zancadas mientras estiraba los brazos acabados en garras hacia mí anticipándose con ello al momento de ponerme los dedos encima. La idea era simple, aunque no exenta de un gran riesgo, sobre todo para mi, le intentaría tirar por la ventana, pero antes mi compañera tendría que llamar su atención para que se girara, si se quedaba bloqueada no tendría más remedio que abatirlo de un disparo y eso era algo que solo haría como último recurso. Cuando ya estaba a pocos pasos de la ventana le grité a Alba.

-¡Llámalo! ¡Llama su atención! ¡Que se gire!

Ella me miró un poco desconcertada pero enseguida me obedeció.

-¡Heeee! ¡Oye tú! ¡Aquiiiií! ¡El zombi del abrigo!- Le gritó ella mientras hacia algunos aspavientos con uno de sus brazos.

El zombi inmediatamente se detuvo y dio media vuelta curioso para observar la procedencia de los gritos, entonces no perdí un segundo. Me abalancé sobre él con mi rifle por delante el cual agarraba con mis dos manos y le sujeté con él por el cuello, le arrastré hasta la ventana y le coloqué mirando al exterior, él, sorprendido por mi ataque se intentó resistir desordenadamente, pataleó, gimió, mordió al aire, lanzó zarpazos a la nada, pero todo fue inútil, lo tenía contra las cuerdas,  solté su cuello y sin perder un segundo le agarré de las piernas y tiré de ellas hacia arriba pero cuando estaba a punto de precipitarse al vacío se retorció inhumanamente zafándose de mi intento por tirarle y me dio un fuerte golpe con su mano abierta en el mentón obligándome a soltar el rifle que cayó pesadamente en el suelo, por unos segundos mi visión se nubló, pero enseguida reaccioné y me lancé contra él, le asesté una patada frontal en pleno tórax que le obligó a retroceder dos pasos colocándole nuevamente justo donde yo quería que estuviera, recogí velozmente el rifle y le propiné un culatazo directo a la cara, seguidamente otro y otro, la parte superior de su cuerpo comenzó a flexionarse hacia atrás y con cada impacto el ángulo aumentaba, hasta que de una vez por todas su punto de equilibrio se fue a pique haciéndole desplomarse de espaldas y caer de cabeza al vacío para finalmente estamparse contra el pavimento de la calle lo cual generó un desagradable crujido seco. Corrí hasta la ventana y observé el resultado del impacto. Su cabeza había reventado desparramando generosamente su contenido por los alrededores, su cuello retorcido en un antinatural ángulo aun se movía convulsivamente. El zombi tras unos cuantos espasmos por fin quedó estático, ya no representaba una amenaza para nosotros. Con el estomago descompuesto por la desagradable visión cerré la ventana entre alguna arcada que otra.

Me giré y vi a Alba que me miraba con ojos abiertos como platos, yo le hice el gesto con el dedo pulgar idéntico al que minutos antes ella me había hecho a mí y le guiñé un ojo, lo cual la obligó a sonreír fugazmente. Regresé junto a la puerta y pegué un vistazo al interior, era un gran dormitorio, debía  de ser el principal ya que estaba equipado con otra cama de matrimonio y cuarto de baño, las abundantes manchas de sangre en las sabanas y en un sillón, además del contenido desperdigado por el suelo de un botiquín de primeros auxilios indicaban que como yo había deducido el tipo falleció en la estancia, no quise ver más y cerré nuevamente la puerta  enganchando con la correa del fusil el tirador y atrayéndolo para no tocarlo con los dedos hasta que el dormitorio quedó cerrado, después regresé a la escalera junto a mi amiga.

-Ahora estamos seguros de que podemos pasar la noche en este lugar. Vamos a ponernos cómodos, ver si encontramos comida, e incluso quizá hasta podamos ver la tele o escuchar la radio, puede que aun emita algún canal.- Le dije.

-Jaime… Creía que no lo contabas cuando te dio ese golpe y soltaste el arma…Casi le disparo, pero no lo hice por si te daba a ti…-Me dijo Alba con tono bastante angustiado, a continuación sin decir una palabra más se lanzó a mis brazos y me apretó fuertemente contra su pecho, yo le devolví el abrazo y después la aparté afectuosamente.

-Tranquila, ya ha pasado, lo has hecho muy, pero que muy bien, estoy muy orgulloso de ti, ahora estamos a salvo Alba- Le dije sonriéndole mientras la cogía de la barbilla para que me mirara a los ojos, después la acaricié en la mejilla, le aparté un mechón de pelo que descansaba en ella y lo coloqué tras una de sus pequeñas y perfectas orejas rosadas. Ella suspiró intentando con ello expulsar toda la tensión vivida de su interior, luego también sonrió y asintió con la cabeza.

-Vale Jaime…Yo reviso la cocina, seguro que encuentro algo que podamos hacer de comer y algunas provisiones, tú mira el resto de la casa por si encuentras algo de utilidad.- Me respondió ella con tono algo más animado. Yo asentí con la cabeza y comenzamos a descender.

Me quedé en la primera planta mientras que  Alba descendió al piso inferior. Tenía decidido que la primera parte de mi exploración seria el trastero, en una casa tan vieja quien sabía lo que podría encontrar entre los trastos. Me colgué el fusil a la espalda y me puse manos a la obra. Empecé abriendo cajas, muchas no contenían más que papeles, otras viejas vajillas o figurillas sin ningún valor, aparté la escalera de aluminio y quité varios cubos de pintura, utensilios de limpieza, una vieja aspiradora, un somier de muelles y entonces encontré algo que podía ser bastante útil, una hacha de larga empuñadura de madera, su pesada hoja no estaba muy afilada, pero debía de ser muy efectiva en una lucha cuerpo a cuerpo contra un zombi, la saqué al pasillo y continué buscando. Una tostadora, unas herrumbrosas cañas de pescar, una bicicleta oxidada, sillas de playa, juegos de cama, juguetes y entonces tras apartar un viejo cuadro me encontré de frente con algo que jamás me abría esperado, delante mía tenía dos relucientes espadas ornamentales que descansaban sujetas a un viejo expositor de madera. Toqué con las yemas de mis dedos el acero de sus hojas y lo analicé atentamente, a pesar de que en su día se usaran de adorno sin duda alguna eran espadas de estilo medieval de las de verdad de la buena, fabricadas en puro acero forjado seguramente en Toledo.

-Si esto no es suerte que baje dios y lo vea- Dije maravillado en voz alta mientras les retiraba los ganchos que las mantenían sujetas a la carcomida madera tapizada en terciopelo rojo.

Cuando conseguí desasirlas de su prisión salí al pasillo para verlas a la luz del día, sin duda alguna eran bonitas como adorno, pero eso no me importaba en absoluto, a mí lo que me interesaba saber era si podrían usarse como armas sin correr el riesgo de quedarme con la empuñadura en la mano tras asestar un golpe o si la hoja se partiría en dos… Eran bastante pesadas y casi no tenían filo, eso era normal y tenia solución, después de revisarlas detenidamente y de hacer un poco el indio con una de ellas decidí que quizá sí que podrían valer como arma y las dejé junto al hacha. Continué buscando y encontré hilo de pescar, anzuelos, plomos y demás accesorios de pesca, aunque las cañas no valían ni podía cargar con ellas todo lo demás podía ser útil en un momento dado, también encontré un rollo de alambre, unos alicates, tenazas, varias radios todas sin pilas, algunas velas de cera y una vieja pero útil navaja suiza. Eso fue todo lo que encontré de utilidad en el trastero, dejé todas las cosas junto a las armas y también coloqué junto a ellas la mochila de combate ya que luego pensaba mirar su contenido y guardar dentro de esta todos mis hallazgos.

Después entre en la habitación de matrimonio donde en el interior del armario solo habían algunas pocas prendas de vestir, todas de mujer, estaban algo pasadas de moda, pero entre ellas una chaqueta larga de piel negra me pareció de la talla de alba, recordé como el cuero me había salvado de cabeza bola en el garaje así que la dejé sobre la cama para que alba se la probara, no había tenido tiempo de pensar en ello, pero la pobre vestía con muy poca ropa para las fechas en las que estábamos, la bata blanca que le avían prestado en el puesto armado solo cubría la sudadera que yo le había cedido en el 4x4 y sus piernas solo estaban resguardadas del frío por un fino pantalón de un uniforme color verde de los que usan las enfermeras, en sus pies las botas militares que calzaba desentonaban enormemente con el resto del conjunto, pero aun así, sin maquillaje, sin ropa elegante y con el atuendo ridículo que vestía me parecía preciosa.

Continué rebuscando entre las prendas y rescaté una camiseta gris de manga larga, un jersey negro, que aunque le quedaría algo grande la abrigaría y unos pantalones vaqueros azules, en la mesita de noche encontré varios pares de calcetines saqué todos y los coloqué sobre la cama.

Decidí entonces que tenía que hacer algo por ella, sin Alba, sin su compañía, sin la necesidad que sentía de cuidar de ella era posible que yo ya estuviera muerto, su presencia me hacia mantenerme cuerdo, estaba tan en deuda con esa mujer… lo había hecho tan bien todo desde que la encontré en el garaje días atrás, incluso me había salvado la vida, cualquier cosa que yo pudiera hacer porque se sintiera mejor sería poco, pero debía intentarlo. Entré en el cuarto de baño y comencé a llenarle la bañera, sería bueno para ella que pudiera asearse como era debido y vestirse de una manera más cómoda y apropiada. Cuando el agua comenzó a salir caliente puse el tapón y el nivel del agua empezó a aumentar.

Mientras la bañera se llenaba coloqué cuidadosamente toda la ropa que le había preparado sobre una silla junto con dos toallas limpias y la acerqué junto a la bañera, después le dejé una botella de champú y otra de gel al alcance de su mano. Todo estaba listo para que ella entrara así que la llamé sin levantar demasiado la voz.

-Alba, oye Alba, ¡sube un momento!-

Ella sin responder a mi llamada subió enseguida, cuando llegó al primer piso y me vio esperándola en el umbral del cuarto de baño de brazos cruzados y sonriéndole me miró un poco desconcertada.

-¿Qué pasa Jaime…? ¿Ocurre algo…? He encontrado pasta, tomate frito y hasta atún, ¡estoy haciendo macarrones!- Me explicó ella alegremente.

-¿Siii? ¡Qué bien! Porque estoy hambriento… pero yo me encargare de terminar la comida por ti.- Le dije mientras me acercaba a ella, Alba arqueo mucho las cejas sorprendida sin entender nada. Yo la cogí por los hombros y la empujé suavemente hacia el cuarto de baño- Por que mire lo que tiene preparado exclusivamente para usted señorita- Le dije al hacerla entrar en el vaporoso aseo.

Ella se quedó unos instantes en silencio observando lo que le había preparado, después se giró hacia mí y me dio tímidamente un largo beso en la mejilla.

-Gracias Jaime… ¿Puedes creerte que jamás nadie, aparte de mi madre, me había preparado nunca un baño? Y tú vas y lo haces en medio del fin del mundo…- Me dijo ella empleando una voz tan baja que me costó entender bien sus palabras.

-Bueno… te lo mereces… Entra, relájate  y disfruta de tu baño que cuando bajes… ¡te estará esperando un buen plato de macarrones!- Le respondí sonriente mientras cerraba lentamente la puerta.

Bajé a la cocina y vi que en el fuego había una hoya con el agua ya hirviendo, eché dentro los macarrones de un paquete que descansaba sobre una encimera cercana y después los dejé a fuego lento y le coloqué la tapa para que se fueran cocinando.

La curiosidad me picaba y me acerqué a la ventana y con mucho cuidado abrí una de las contraventanas de madera para pegar un fugaz vistazo fuera. Todo parecía despejado, pero cuando estaba a punto de cerrarla nuevamente un rápido movimiento en la distancia llamó mi atención. Pude ver a lo lejos algo que me heló la sangre, estaba a cuatro patas sobre el suelo y me daba la espalda, no era un zombi… no era un hombre ni ningún animal que yo conociera, su tamaño era realmente grande, su cuerpo desnudo de color amoratado  no me encajaba con nada que antes hubiera visto, pero a pesar de ser inverosímil e ilógico ahí estaba, a apenas cien metros de mi. En un momento dado dio un antinatural salto que le llevó sin ningún esfuerzo hasta el tejado de una casa de tres plantas. Las manos comenzaron a temblarme al ver la proeza que el ser acababa de realizar frente a mis ojos. Durante unos instantes se quedó inmóvil sobre el entejado, como una mantis religiosa antes de atacar a su presa y cuando empezaba a parecer que se quedaría ahí quieto eternamente se giró bruscamente en mi dirección lo cual me obligó a contener la respiración, entonces por fin pude verle el “rostro”, el ser al que en secreto observaba poseía rasgos muy similares al engendro que vi palpando con sus zarpas la barricada, sus ojos negros como la noche incrustados en una enorme cabeza desprovista de pelo escudriñaban acechantes el horizonte, su gran boca entreabierta repleta de grandes dientes amenazaban con desgarros y desmembramientos y sus dos oquedades nasales parecían olfatear en busca de presas, durante unos segundos que se hicieron eternos observe la anatomía de el engendro que miraba en mi dirección, sus músculos se definían brutalmente en todos sus miembros lo que indicaba que la fuerza de aquel ser debía de ser prodigiosa, las vértebras de su columna asomaban a través de su inhumana piel creando extrañas protuberancias óseas, sus garras eran desproporcionalmente grandes, provistas de cinco dedos rematados en afiladas uñas casi del mismo tamaño que estos. Sentí que la mirada del engendro podía atravesar el cemento y que me estaba observando, mi imaginación comenzó a funcionar sin control, le veía  lanzándose contra alguna de las ventanas del piso superior de la casa e irrumpiendo atropelladamente dentro, le vi sorprendiendo a Alba en el baño y terminando con ella entre gritos de terror, después bajando para dar conmigo, atrapándome y terminando de una vez por todas con mis sufrimientos… Pero gracias a dios nada de eso ocurrió, algo llamó su atención lo que le hizo mirar rabiosamente en otra dirección y tan rápidamente como había aparecido se esfumó tras los tejados haciendo que le perdiera definitivamente de vista. Mareado por la falta de aire en mis pulmones cerré la contraventana y me dejé caer de espaldas contra la pared, noté que un sudor helado empapaba todo mi cuerpo lo que me producía escalofríos, cientos de preguntas e ideas confusas se apelotonaban en mi mente, no encontraba respuesta a lo que había visto…

“¿Qué cojones podía ser esa maldita cosa? ¿Tendría este ser algo que ver con el que había visto en la plaza de toros? ¿Era ese monstruo fruto de la pandemia…? ¿Cuántas de esas cosas podía haber por ahí fuera…?.”

Respiré rápida y profundamente lo que insufló oxigeno a mi torrente sanguíneo haciendo que los niveles de este regresaran a su estado apropiado, consiguiendo con esto que el mareo se me pasara un poco, después me dejé deslizar por la alicatada pared hasta quedar sentado en el suelo. Había podido llegar a entender que los muertos se levantaran… pero aquel ser, aunque guardando ciertas similitudes con la anatomía humana era algo que escapaba a toda lógica, a toda comprensión.

Tenía que contarle a Alba lo que había visto, ella debía saber que ahí fuera aparte de los zombis estaban esas cosas y ocultarle la realidad solo la pondría en peligro…Quizá ese ser nos estuviera buscando… Debíamos de estar preparados para un posible encuentro cara a cara con una de esas cosas.

No recuerdo exactamente como lo hice pero tras ponerme nuevamente en pie terminé de preparar la comida y coloqué los platos, dos vasos y una jarra con agua del grifo sobre la mesa de la cocina, una vez estuvo todo listo  me senté frente a mi cubierto, la verdad es que despues de ver aquella cosa mi apetito había menguado considerablemente así que no me importaba tener el sabroso “manjar” frente a mis ojos y no probar bocado. Coloqué mi mandíbula sobre los nudillos y apoyé los codos sobre la mesa, luego me quedé nuevamente absorto en mis oscuros pensamientos.

No me di cuenta de que Alba ya había bajado y abría la puerta entornada de la cocina. Cuando finalmente fui consciente de ello y la vi de pie frente a mi todas las preocupaciones parecieron desvanecerse ya que toda mi atención se centró en el torso de mi amiga el cual solo estaba cubierto por la no muy grande toalla que le había dejado en la silla, la otra la tenía colocada a modo de turbante envolviendo sus húmedos cabellos. Anonadado no pude evitar seguir sus interminables piernas de arriba abajo hasta llegar a sus desabrochadas botas militares. ¿Alba era capaz de hacerme olvidar la atroz visión del feroz monstruo solo con enseñarme los muslos? Pues por unos instantes puedo jurar que así fue.

-¡Qué bien! Ya está lista la comida… ¡Tengo un hambre que me muero!- Dijo ella mientras se sentaba delante mía, frente a su plato. -¿Qué te pasa Jaime? ¿No comes?- Me preguntó seguidamente mientras ya se disponía a pinchar el primer macarrón con su tenedor.
-¿Por qué no te has puesto la ropa que te he dejado en la silla? ¿No te venía?- Le pregunté yo con voz algo chillona.
-Creo que si me vale, pero antes de ponerme la ropa quería tener el pelo seco Jaime, cuando terminemos de comer subiré y me la pondré… ¿Es que te molesta verme con una toalla? ¡No se me ve nada! Además… Tú ya has visto algo de lo que hay aquí debajo…– Respondió ella un poco ruborizada aunque entre risas.

-¿Molestarme? No digas tonterías- Yo también reí.-Más bien seria todo lo contrario- susurré algo avergonzado. - No es eso mujer, vamos a comer, después tengo que contarte una cosa, ahora… ¡disfrutemos de la comida!- Le aclaré.

“Ya tendremos tiempo de pensar y preocuparnos por esa cosa que anda por ahí afuera…” Pensé.

-Oye Jaime… Esas viejas espadas que hay arriba y el hacha… ¿Crees que podemos usarlas como armas? ¿Tú sabes usar una espada?- Me preguntó Alba con tono dubitativo mientras hacia un esfuerzo por engullir un macarrón.

-Si por espadas quieres decir de juguete o madera, de las que usamos los chicos cuando somos críos… Pues sí, pero jamás he usado una de verdad y menos contra algo que se mueva…Pero es necesario que aprendamos a defendernos con ese tipo de armas, así no atraeremos la atención de todos los zombis de los alrededores.- Le respondí yo sin estar muy seguro aun de si seriamos capaces de llegar a poder emplearlas eficazmente contra los no muertos.

-Supongo que tienes razón, pero no me veo empuñando una espada la verdad…he cogido una y pesa un huevo…- respondió ella bastante desanimada con la idea. Yo no le dije nada, en vez de eso desvié la conversación hacia cosas menos desagradables. Charlamos sobre nosotros mismos, sobre nuestras vidas, gustos y costumbres. Yo le conté a que me dedicaba y nos quedamos muy sorprendidos cuando Alba comentó que en varias ocasiones había comprado alguna revista en mi kiosco. Ella se justificó innecesariamente diciéndome que es muy mala con las caras, yo le dije que a mí me pasaba igual, pero que de todas maneras las personas nos ignoramos por deporte…

-Yo opino que intentamos no fijarnos en nadie, por alguna razón todos lo hacemos, es parte de nuestra humanidad…- Apunté.

- Si… hasta que por alguna razón algo nos hace depositar toda nuestra atención en alguna persona en concreto haciendo que la diferencies del resto…- concluyo ella.

Hubo un corto silencio en el cual tuve tiempo de preguntarme como yo tampoco me había fijado en ella a pesar de lo atractiva que me había parecido desde el primer momento en que la vi, pero enseguida ella continuó hablando.

Alba me explicó que trabajaba como cajera en una sucursal del banco Sabadell desde hacía más de un año, vivía en un piso de alquiler en la avenida de la estación con una compañera que se llamaba Sandra. No tenía pareja estable desde hacía casi tres años y no guardaba muy buenos recuerdos de esta. Su ex era el típico chico malo que no es capaz de darle buena vida ni a una mascota, así que tras aguantar varias malas palabras y alguna infidelidad que otra por fin le dejó a pesar de que el tipo no se lo puso nada fácil, desde entonces había intentado evitar tener relaciones estables hasta estar segura de haber encontrado a la persona adecuada., cosa que aun no había sucedido.

Me sentí feliz porque no estuviera comprometida con nadie… Aunque la verdad es que no pude evitar pensar que aunque lo hubiera estado seguramente el tipo habría pasado a mejor vida como probablemente le habría pasado al cabronazo de su ex.

Su forma de hablar, de expresarse sobre las cosas cotidianas de la vida me encantaba, además, me sentía muy identificado con ella en muchas cosas, como en su forma de pensar y en cómo veía y entendía el mundo, eso era algo que rara vez me había pasado con Raquel, con ella casi todo eran discrepancias y a pesar de que no podía negar que había estado  muy enamorado de ella siempre, siempre faltó ese nexo de unión que crea la afinidad y la comprensión mutua entre dos personas… Aunque Alba lo desconociera, quizá ella era el tipo de mujer que yo había estado esperando durante mucho tiempo…

Yo no podía ser menos y también le hablé de mi vida, le resumí muy por encima los tormentosos últimos dos años de mi relación con Raquel, le describí con pelos y señales como todo se había deteriorado desde que comenzamos a vivir juntos, como tras siete años de relación ella me había abandonado cuando yo más la necesitaba para poder rehacer su vida junto a otra persona.

-¿Aun le guardas rencor…?- Me preguntó ella. Me dio la sensación de que no le había sido fácil hacer esa pregunta y de que tras hacerla se sentía un poco incomoda, yo le sonreí para quitarle importancia.

-No, que va, no le guardo ya  rencor alguno, bueno…eso es ahora… no te voy a negar que durante una buena temporada me estuve acordando de todos sus antepasados, pero ahora ya cuando pienso en ella, intento solo recordar los buenos momentos y que en su día fuimos felices juntos. De hecho, alguna vez nos hemos visto y jamás le he reprochado nada, más bien todo lo contrario, en el fondo aun… o seguramente… le tenía cariño.- Le dije con tono un poco apagado ya que la imagen de Raquel siendo descuartizada por una jauría de zombis pasó fugazmente por mi mente.

Ella admiró mi forma de ser como hombre lo cual viniendo de una mujer siempre es agradable de escuchar, despues apuntó que aunque duele en el momento todos conseguimos pasar página.

-Lo que antes nos parecía un problema enorme, ahora con lo que tenemos encima lo ves como una gilipollez… Es sorprendente como un desastre como este puede hacer que cambie tanto la perspectiva de las cosas ¿verdad Jaime?- Me preguntó Alba con mirada algo ausente.

Yo asentí con la cabeza algo apesadumbrado por mis sombríos pensamientos y por los recuerdos dolorosos, pero enseguida la conversación continuó, de alguna manera hacer eso, charlar de cosas triviales, de nuestras vidas nos permitía evadirnos un poco de lo que nos rodeaba y así los minutos pasaron, perdimos un poco la noción del tiempo, hablamos de nuestros padres, de nuestra familia, me explicó que su hermano David era realmente su hermanastro, fruto de una segunda relación de su padre. Yo a su vez, le conté el accidente de mis padres y le describí a mis queridos hermanos. Se podría decir que durante un par de horas abrimos nuestras almas y nuestras vivencias personales mutuamente y con cada palabra aumentaban las ganas de saber más el uno del otro lo que hizo que permaneciéramos absortos en aquella amena conversación que creaba un vínculo mucho más estrecho entre nosotros.

Ya hacía bastante que habíamos terminado de comer cuando Alba empezó a sentir frío lo cual interrumpió nuestra ausencia y nos trajo de vuelta, esa fue la señal que indicaba que  llegaba el momento de pasar a la parte desagradable de nuestra charla, pero antes de eso dejé que ella subiera a ponerse la ropa que le había preparado. La acompañé hasta la escalera seguidamente me despedí de ella informándola de que la esperaría en el comedor ya que quería intentar hacer funcionar la televisión con la esperanza de que algún canal, aunque fuera internacional, aun siguiera emitiendo. Ella estuvo de acuerdo y me indicó que no tardaría mucho en reunirse conmigo de nuevo, después subió por la estrecha escalera poniendo mucho cuidado en que no se le escapara la toalla que ocultaba su hermosa desnudez. No pude evitar quedarme embobado viéndola ascender por aquellos viejos peldaños, quizá porque en el fondo de mi masculinidad deseaba que la tela se le escurriera o simplemente por el deleite que me producía el analizar milímetro a milímetro con la mirada sus sensuales y femeninas curvas, y así permanecí, inmóvil, hasta que la perdí de vista.